En los bordes de los caminos, en los prados, en los roquedos de montaña y hasta en las dunas, sobre el resto de las plantas se elevan en primavera, en ocasiones mas de un metro, los tallos de las abrótegas o gamones (Asphodelus sp.) a veces en grupos excesivos, cubriendo bastas extensiones..
Hemos visto mil veces esta planta, pero se nos hace tan común que ni nos fijamos en la exuberancia de sus flores. Generalmente nos encontraremos con Asphodelus albus, pero en la zona de la ría hay presentes otras especies como la Asphodelus ramosus, que prácticamente sólo se diferencian por la parte de la planta que se encuentra bajo tierra.
Invasora, originaria de Asia y el Mediterráneo, esta planta no tiene regulación natural, los animales la detestan, supuestamente por su toxicidad, tiene raíz bulbosa con la particularidad de que apenas son dañados por el fuego. Esta familia de plantas abunda en sitios en general azotados por los incendios, y aunque su floración primaveral sea una maravilla para la vista, son un indicio de degradación del ecosistema.
En la antigüedad se recolectaba para fabricar goma adhesiva, lo que tiene su origen en la cultura persa, que elaboraban con los bulbos molidos y mezclados con agua un fuerte pegamento.
En la medicina tradicional se utilizaron sus raíces para tratar soriasis, úlceras, eczemas de la piel e incluso almorranas, partiendo un trozo de raíz recién cortada que se frotaba por la zona en la que se encontraba la lesión.