En el Monte Iroite ya no queda ni una sola mancha de bosque autóctono, este ha sido sistemáticamente eliminado, pero aun queda algún ecosistema relativamente rico en forma de pinar.
De aproximadamente 180 hectáreas, en la cima del Iroite está el último pinar, el último bosque, rico en especies de aves forestales que justo ahora están en plena época reproductiva y con sus nidos a «pleno rendimiento» y está siendo talado; una empresa maderera lleva 3 semanas deforestando este bosque en la peor época del año para realizar tareas forestales. El daño es inmenso para la biodiversidad de este espacio que ya hace décadas que debería estar bajo algún estatus de protección, por su importancia ecológica y arqueológica.
El Monte Iroite y en general toda la Sierra de Barbanza se han convertido con el paso de los años en un monstruoso pastizal, sin apenas árboles, los incendios provocados para fomentar los pastos, las talas irrespetuosas y las plantaciones de especies invasoras ha dividido la Sierra en dos sectores, el sector forestal de quien no quiere trabajar el monte, plantando eucaliptos, y el sector ganadero de quien no quiere trabajar su ganadería, dejándola abandonada en el monte y culpando después al lobo de todas y cada una de sus desgracias, aun a sabiendas de que son los cuatreros los causantes de la inmensa mayoría de las bajas en las cabezas de ganado.
Y si a todo eso le sumamos el colectivo de cazadores obsesionado patológicamente por eliminar cualquier especie que pueda pretender alimentarse de las especies cinegéticas, y evidéntemente también de las especies cinegéticas, o lo que es lo mismo, de todo lo que se mueve, tenemos todos los ingredientes para un espacio esteril propio de una sociedad enferma y decadente.